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Sobre mí
Muchas veces me he preguntado quién soy, y la respuesta se diluye más conforme van pasando los años. Por comenzar, diré que mi nombre es Andrés Pastor Alfaro, que nací el 15 de Enero de 1997, en Sevilla, y que he soñado tantos años con ser escritor que aun a día de hoy lo sigo soñando por inercia. Por supuesto, como ocurre con la mayoría de las personas, mi historia no es la más increíble ni reseñable, pero es mi historia, al fin y al cabo. Empezó un día corriente, en una clase cualquiera de Educación Primaria, cuando cierto profesor nos mandó escribir y leer a nuestros compañeros un pequeño cuento. Por supuesto, podría contar orgulloso cómo maravillé a todo mi público. Desgraciadamente, sería mentira. Estoy seguro de que no solo nadie entendió nada de lo que decía, sino que seguramente ni siquiera yo podía comprenderlo. No obstante, aquello, junto con ciertos encontronazos personales que tuve con las obras de Bécquer a esa edad tan corta, ya fue suficiente para sembrar algo extraño en mí. Escribí varios cuentos después de eso, gané algunos concursos de instituto y descubrí que aquel pasatiempo era tan divertido como muchos otros que también tenía. Fue en una mañana de Tercero de Educación Secundaria cuando, tras ganar otro premio literario, bromeando, un par de amigos me hicieron prometer que les dedicaría mi primer libro. Yo me reí con ellos, "Claro, claro", les dije, divertido y medio irónico. Ante mi respuesta, uno de mis amigos cambió de expresión y me miró decididamente, con una chispa de confianza y orgullo en los ojos. "Lo digo en serio", me aseguró. Y noté un impacto directo.
A partir de ese instante, el empuje de aquel momento me acompañaría por siempre.
Seguí escribiendo, cada vez más, y seguí leyendo con más fiereza, y el pasatiempo de la literatura se volvió el centro de mi vida. Un año más tarde logré ganar el concurso «Andalucía es tu red, Andalucía es tu comunidad» del Parlamento de Andalucía, y con el premio compré un modesto portátil con el que aprendería a escribir más y mejor. Desgraciadamente, en aquella luz había una sombra continua: «Del escritor no se come». Esa frase, que deambuló en su forma genérica —«de eso no se come»— muchas veces por mis oídos (y que acrecentaba sus apariciones cuando los fantasmas de las crisis del 2008 y el 2011 regresaban), me hizo tomar una doble vida en la que estudiaba duro por el día y escribía hasta la extenuación por la noche. Las ganas de no querer morirme de hambre me llevaron a estudiar un Bachillerato de Ciencias y un Grado Universitario en Ingeniería Electrónica, Robótica y Mecatrónica, para el que aproveché mi extraña capacidad de escribir detalles de futuras novelas cada vez que un profesor paraba a tomar aire.
No fue hasta que terminé el Grado que comprendí el error básico que había estado cometiendo siempre. Había pensado que "escritor" era una forma de ser, como la que me había envuelto a mí, de la misma forma que inconscientemente creía que era algo especial que solo ocurre con los escritores, como si las profesiones de médico, ingeniero, biólogo, analista, abogado, ilustrador y cualquier otra que se pudiera pensar no tuvieran en mi subconsciente derecho a forjar una personalidad. Por supuesto, no solo estaba equivocado, sino que para mi sorpresa había formulado mal un predicado durante toda mi vida. No es que "escritor" fuera para mí una forma de ser. Es que "escritor" era lo único que yo quería ser. Evidentemente, eso no eliminaba el hecho de que tuviese que comer, así que continué compaginando mi trabajo de ingeniero con el de escritor, mientras me esforzaba por alcanzar un escalón del que luego la caída no me matase de hambre. Acabé mis estudios e ingresé a una empresa de investigación computacional, pero para aquel momento no solo tenía ya decenas de ideas y años de aprendizaje literario llenando mi cabeza, sino que ya estaba seguro de que, por encima de cualquier cosa, perseguiría mi sueño de ser escritor hasta materializarlo. Sin duda, fueron meses largos de ingeniería diurna y escritura nocturna. Mientras preparaba historias más largas, escribí más de un centenar de cuentos cortos que hoy en día pueden verse en mi perfil de Instagram, y que seguirán aumentando hasta que el proyecto de hacer un libro solidario se haga realidad dentro de un tiempo. En una evolución natural de la que sería mi primera novela, 2022 apuntó a ser mi año más intenso de trabajo literario, pero a mediados del mismo recibí la gran noticia de que cierto relato me había hecho ganar el premio del público de la IV edición del concurso «Historias Imprevistas» de la cadena Eurostars. Esto me empujó con más fuerza a seguir trabajando, hasta que el día 3 de noviembre de 2022 una novela muy especial llamada «Cuando las nubes cubran el cielo» salió al público con mi nombre en su portada. El camino, en aquel momento, me hizo decir adiós a mi primera etapa de ingeniero. Los intensos días de elaboración de documentos y programación (horas y horas frente al ordenador) seguidos de intensa escritura y preparación (más y más horas frente a la pantalla), me estaban apagando. Cuando «Cuando las nubes cubran el cielo» estuvo preparada para salir a la luz, y dándose el caso de que el fantasma del hambre se iba a ocultar durante unos meses, decidí aprovechar ese momento para cambiar de aires. No solo comencé ya a tramar ficciones nuevas, sino que me comencé a preparar para opositar al cuerpo de bomberos, un proyecto que a día de hoy sigue en marcha. En su momento, y desde una subjetividad completamente personal, consideré que ese oficio sería más agradable en mi caso, tanto por el impacto directo que podré sentir con él como por poder complementar firmemente mi vida literaria (además de ser más dinámico y alejado de pantallas). Estoy seguro de que esto, sumado a las nuevas experiencias y sentimientos que me traerá, me dejará poder desempeñar mi labor como escritor con la fuerza y destreza que merecen los lectores.
Ahora comienzan proyectos nuevos, y mucha más literatura que traer.
Por ahora, aquí estamos tú y yo, envueltos en historias más profundas que esta. Siempre oí que un escritor de ficción pone más de su alma en sus relatos de lo que quiere. Nunca he podido averiguar si esta hipótesis es a día de hoy una teoría confirmada pero, por si acaso, he comenzado contando mi historia ya, y así quizá logramos entrevernos mejor entre las frases de esta obra —a veces apasionante y a veces aburrida— que es la vida.
Sobre ti
Por desgracia para mí, sobre ti no sé del todo qué contar, así que simplemente comenzaré por aquella palabra mágica que me enseñaron a pronunciar de niño:
Gracias.
Hay cosas que uno puede hacer solo y cosas que no, y yo no podría haber logrado tanto sin la gente que me lee y me apoya y sin aquellos que me acompañáis en mi día a día. A vosotros, lectores, os debo los pequeños empujones y conexiones que me habéis brindado; cada vez que paráis en una de mis frases y sentís algo, un ligero impulso me lleva un peldaño más lejos en esta enorme escalera que es la vida. Sin vosotros, no solo nada de esto sería posible, sino que, en sí, no tendría para mí demasiado sentido; los sucesos que he vivido, las obras que he leído, las frases que me han llegado son lo que me han terminado convirtiendo de lector a escritor, y es por eso que se me hace imposible concebir la escritura sin la lectura o mi "yo" sin el "vosotros". Porque, al final, todo esto no trata más que de eso, de unirnos por historias extrañas que nos hagan conocernos más y mejor, y que nos lleven a acompañarnos hasta que este "vosotros" y "yo" se terminen fundiendo en un "nosotros" cercano. Al fin y al cabo, sin ese "nosotros" no habría ninguna de estas obras, y es ese mismo "nosotros" el que las hace posible.
Por último, me gustaría dejar un agradecimiento especial a esa parte de "vosotros" que ha estado y estará desde el comienzo. Sois los que me acompañásteis cuando aún no había nadie, los que me habéis perdonado todos mis "no puedo, tengo que escribir" y mis "llegaré tarde", y es a vosotros, en especial, con vuestra paciencia y apoyo, a quienes os debo que este "yo" se haya convertido en lo que es ahora.
Sobre otros libros, artistas, música, películas, series, videojuegos...
Como dice el dicho: "Para gustos, los colores". No trato de causar ninguna sensación o emoción al dejar aquí escrito lo que viene a continuación; solo quiero hacer un hueco en este lugar para esas obras que me han marcado tanto como para influir en la forma que tengo de ver el mundo. Si algún lector tiene curiosidad por conocer cuáles son, aquí es donde las reúno para darles las gracias.
Literatura
Mi libro favorito es El Juego del Ángel, de Carlos Ruiz Zafón, que supo estar en el momento y lugar adecuados para alcanzarme con una suavidad y profundidad que ningún otro libro ha conseguido reproducir hasta ahora. Eso es mucho decir, porque realmente he leído mucho, incluidas todas sus novelas, de las que no puedo encontrar ninguna que no me gustase.
Otro autor al que le tengo especial cariño es a Gustavo Adolfo Bécquer, con cuyas obras establecí una amistad duradera que comenzó en mi infancia. De entre todos sus escritos, su leyenda La Creación es mi favorita.
Además de esto, y si bien mi biblioteca es realmente grande, existen otras novelas y sagas que han conseguido hacerse con un hueco especial en la estantería. Esos libros, que yo considero los mejores que jamás leí, son los siguientes: la saga de Deltora, de Emily Rodda; la saga de Crónica del Asesino de Reyes de Patrick Rothfuss; Guerra Mundial Z, de Max Brooks; Cinco semanas en globo, de Julio Verne; Cuentos de Eva Luna, de Isabel Allende; La Isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson; la saga completa de Sherlock Holmes, de Arthur Conan Doyle; El tango de la guardia vieja, de Arturo Pérez Reverte; Piratas, de Alberto Vázquez-Figueroa; El Cementerio de Praga, de Umberto Eco; La historia interminable, de Michael Ende; El perfume, de Patrick Süskind; y, finalmente, y no por ello menos importante, la magnífica novela Peter Pan y Wendy, de James Matthew Barrie.
Por supuesto también ganan un hueco especial en mi estantería obras de otros géneros literarios, como es la poesía de Gloria Fuertes, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado y el ya nombrado Gustavo Adolfo Bécquer; R.U.R. de Karel Čapek, representando al género teatral como mi obra favorita; y el maravilloso cómic de El Vosque, de Sergio S. Morán y Alicia Güemes (Laurielle).
Cine
Mi gusto por las películas se basa en la atracción hacia aquellas que me sorprenden y que consiguen que no despegue ni un segundo los ojos de la pantalla. A pesar de que no parecen requerimientos demasiado difíciles de cumplir, los metrajes largos tienden a cansar mi atención aproximadamente a mitad de la historia, por lo que hay muy pocas películas con las que haya sentido, a lo largo de mi vida, algo profundo.
Concretamente, Mr. Nobody, Your name, El laberinto del fauno, 5 centímetros por segundo, Parasite, Weathering with you, La Ruta hacia el Dorado y Swiss Army Man han sido las únicas que han roto en mí (y con creces) esa barrera.
Música
Igual que no podría entender una existencia sin literatura, no concibo la vida sin música, por lo que podría pasarme horas hablando de ella. Solo por resumir, diré que soy un apasionado de la escena indie española desde que comencé a tocar la batería (hace ya muchos años). Por suerte, como el "indie" es un género tan poco limitante, hay hueco para todo, y jamás me canso de él.
Mis grupos favoritos son Antílopez (el grupo cuyos acordes, letras e historia me dio el empujón que necesitaba para tratar de ser escritor), Second (del que me siento enamorado de toda su música en castellano y, sobretodo, de su disco Anillos y raíces), y Xoel López (el hombre que me arrastra a viajar con cada una de sus canciones y que, junto con Antílopez, tiene una de las poquísimas discografías que me gusta por entero, sin ninguna excepción). Estos tres grupos están acompañados también de la música de Maldita Nerea, que marcó mi adolescencia y aún persiste en mi vida con un cariño inconmesurable.
A todos los nombrados le siguen, sin orden ninguno, Vetusta Morla (con sus discos La deriva y Mapas), Veintiuno (con su disco Gourmet), Love of Lesbian (con su disco El Poeta Halley), Supersubmarina (con el disco Santacruz), Amaral (y su disco Nocturnal), Shinova (con el disco Volver), Los Hermanos Cubero (con su disco Quique dibuja la tristeza) y Zahara (con su disco La pareja tóxica).
También me gustaría destacar que el podcast (sí, ya sé que no es música) llamado Todopoderosos es increíble.
Series
Debo confesar que soy un gran aficionado a las series, aunque debido a mi falta de tiempo disfruto en general más de aquellas que tienen capítulos cortos. Concretamente, mis series favoritas son: Doctor Who, Chicago Fire, Death Parade, Shin Sekai Yori, Shingeki no Kyojin, Hai to Gensou no Grimgar, RWBY, Sonny Boy y Durarara.
Videojuegos
Considero que el videojuego no es solo muestra y suma de muchas artes (literatura, música, cine...), sino que tiene la capacidad de ser —y es— un arte en sí mismo. Desgraciadamente, no tengo demasiado tiempo para videojuegos, y más sabiendo que me gusta pasar lentamente sobre lo que me ofrecen. Por suerte, he disfrutado de varias entregas a lo largo de mi vida que me han alcanzado como pocas cosas me alcanzan, y estas han sido: las sagas completas de El Profesor Layton, Ace Combat y Kingdom Hearts; y los juegos individuales Limbo, Gris, Return of the Obra Dinn, Los Ríos de Alice, To the moon, Shadow of the Colossus y Doki Doki Literature Club.
Escultura
El campo de la escultura es el primero de los muchos que no domino en absoluto. Conozco apenas algunas obras, y me cuesta decir de memoria a qué artista corresponde cada cuál. Pero si hay una creación que siempre ha llamado mi atención, y por la que siento una admiración que va más allá de una lógica comprensible, es La puerta del infierno, de los artistas Auguste Rodin y Camille Claudel.
Pintura
Al igual que me ocurre con la escultura, la pintura no es tampoco uno de mis campos fuertes. No obstante, siento una predilección muy profunda hacia el impresionismo. Para mí, nada es comparable a lo que siento cuando admiro las obras de Claude Monet y Joaquín Sorolla.
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